JUSTO PASTOR MELLADO: “LA BIENAL LE PERMITE UNA HISTORIA AL VIDEO ARTE”
Justo Pastor Mellado rememora la época anterior a la Bienal de Video Arte de los años 90; el proceso que se generó junto a los festivales franco-chilenos, en los ’80, marcando una época crucial en el desarrollo de esta disciplina en el país. Sin embargo, el reconocido crítico y curador le baja un tanto el perfil a estos encuentros. Recuerda que participó más en las últimas ediciones, en labores relacionadas con coordinación, edición, en un catálogo y en el comité de selección, “donde había una discusión más bien curatorial, determinada por el contacto con los franceses invitados, que venían a realizar una suerte de diario de viaje. Un diario de viaje en video”, explica el teórico que fue además curador del Festival Downey.
Agrega que el festival fue inventado por funcionarios franceses “para justificar dineros del Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia”. Se convocaba a artistas de video para que presentaran sus ensayos y se entregaba un premio que consistía en un viaje a París. Pero “no generó movimiento en torno al video. En Chile, ya estábamos armados como video arte y nos aprovechamos. La producción artística acá ya era suficientemente potente y autónoma. No buena, pero tan fuerte que impedimos –por ejemplo– que el documentalismo de Teleanálisis se tomara el festival. La política formal influyó en el espacio artístico general”, advierte.
Entre las participaciones memorables de los festivales, destaca la videografía de Eugenio Dittborn, las obras de artistas visuales como Carlos Leppe, Gonzalo Mezza, Carlos Altamirano, Lotty Rosenfeld y Juan Downey, “que nunca dejó de enviar”, agrega.
En su última edición, Mellado declaró que el video arte en Chile había muerto. El premio del concurso se declaró desierto. La frase resuena hasta hoy en los artistas de entonces. Justo recuerda lo que decía Guillermo Cifuentes (1968 – 2007), uno de los exponentes que emergía en esos años: “Nos quitaste el piso”.
En el panorama de los ’80, el video se usaba para registrar acciones de arte, surgiendo en el 84 y 85 “video arte más específico”, dice Mellado. Los documentalistas “eran una TV de izquierda nada más, ilustradores, reacciones formales”. Artistas que figuraban a fines de esa década eran “Maga Meneses, Cybil Bintrup, Néstor, Lotty, Diamela Eltit, Downey, Claudia Aravena, al final Guillermo Cifuentes. No hay muchos. De Pablo Lavín no vi más. Juan Forch, Nury Gaviola y Dittborn…”.
Con el fin de la dictadura y la apertura democrática, en los años 90 “se dejó de hacer video arte. Muchos de los (videastas) que había, se fueron a la TV y las nuevas generaciones pasaronn a hacer instalación. Se acabó el video arte en Chile”, sentencia actualmente.
Cifuentes y otros artistas nuevos relacionados al video –como Claudia Aravena, destaca– estudiaban en el Instituto Profesional de Arte y Comunicación Social (ARCOS): “Obedecen a las dinámicas de las escuelas y siguieron en eso. No se produce un recambio, sino un puente que permite que la ficción de Néstor Olhagaray (director de la I Bienal de Video y Artes Electrónicas) no se rompa. Además, las nuevas generaciones son unos pocos. Claudia se va. Guillermo estudia a los franceses. El nexo entre artistas y teóricos con la Bienal, no existe si no existe Néstor. Le permite una historia al video… Aún ahora no hay video arte. Hay artistas que trabajan mayoritariamente video o artistas que ingresan al video arte. Artistas visuales en video. No hay especificidad. El video arte no existe, existen producciones de artes visuales”.
– ¿Qué le parecieron las primeras versiones de la Bienal de Video?
“Lo válido es la persistencia. Opción por darle estabilidad”.
– ¿Cree que le da impulso o visibilidad a las experiencias con video de entonces?
“Le dan voluntad catecúmena. Los artistas que la generan mantenían la instancia para visibilidad propia, mientras que el espacio universitario se les cierra. La Bienal se va transformando en el único espacio en Chile de arte y tecnología”.
Mellado asume un respeto por Olhagaray y su gran obra: la Bienal; al mismo tiempo, una distancia. “Es un asunto de Néstor y no voy a estar ahí… Por otro lado, los artistas de entonces no deseaban que me metiera tampoco”.
– ¿Qué opina de su desarrollo?
“El nombre que se le dio posteriormente (de “Bienal de Video y Artes Electrónicas” a “Bienal de Video y Nuevos Medios”) es una mejor opción. Se abre el campo, incluyendo instalaciones y experimentaciones, desde el soporte electrónico y digital hasta el ámbito sonoro-radiofónico.
El teórico reconoce que la Bienal se rearticula, amplía y va dando cuenta del desarrollo de estas prácticas, siendo su única instancia de visibilidad. “Las artes mediales carecen de masa crítica y conforman aún un espacio pequeño, un espacio a desarrollar”.
– ¿Cuáles serían los desafíos que debiera enfrentar la Bienal?
“La posibilidad de armar redes y abrir superficies de recepción son sus cualidades y ventajas. Claro que éstas deben converger en estrategias de inscripción externa. Falta por otro lado institucionalización interna flexible a los cambios en el tiempo. Más gestión en obtención de recursos. Rescato la realización de talleres, coloquios, exposiciones y conversaciones. Eso es importante en una bienal. Son plataformas de sobrevivencia de una voluntad de persistencia. Lo interesante sería analizar la biografía de obra de Néstor, él como estructura, porque creo que la Bienal es él”.¶