ENTREVISTA: FRANCISCO BRUGNOLI, DIRECTOR DEL MAC
Como director del Museo de Arte Contemporáneo, sede ya habitual de la Bienal de Video y Artes Mediales, Francisco Brugnoli ha sido un observador privilegiado y participativo en su historia. Pero, aclara, su relación con el evento viene de antes. Brugnoli es también un artista preponderante en la escena del arte chileno contemporáneo que, aún sin ser exponente del video arte, ha estado cerca del desarrollo de esta disciplina y también de otro artista preponderante: Néstor Olhagaray, fundador y cabeza de este encuentro internacional.
Francisco Brugnoli. Cortesía MAC
Desde el MAC, el gestor hace memoria. “La Bienal nace de los festivales franco-chilenos de video. En los años 80, estos encuentros eran un acontecimiento cultural en Santiago y yo he estado siempre vinculado a las actividades culturales de la Embajada de Francia en Chile. Además, algunos amigos participaban. Era para mí un tema. Cuando se acabaron los encuentros, se creó una sociedad de video arte que fue una iniciativa apoyada también por la embajada. Fue de Néstor Olhagaray y yo fui parte de ello. Esos son los pasos previos hasta que se constituye la Bienal. Siempre hay un liderazgo importantísimo de Néstor. En el año 1995 me pidió apoyo para que se hiciera en el MAC. Yo no era director, sino vicedecano de la Facultad (de Artes de la Universidad de Chile) e intercedí para recibir esta actividad que me parecía absolutamente fundamental. Luego, siempre ha sido acogida por el museo”.
Montaje de la 10 Bienal de Video y Artes Mediales (BVAM). Foto: Florencia Deisen. Cortesía BVAM
Brugnoli revela además que su participación como director del MAC, en parte, también ha sido opinante. “En las dos últimas versiones (8ª y 9ª) he estado insistiendo en que la Bienal tenga una dedicación especial a los fenómenos interactivos, preocupado de lo que significa la masificación de la cultura informática en Chile, que es una cultura absolutamente hedonística, la cultura de la exploración en Internet. No hay ninguna pregunta a propósito de esto, de la estructura por sí misma, como soporte, a propósito de los fenómenos culturales que genera. No hay gran reflexión sobre este tema en Chile. Me parece que la Bienal es el lugar donde se debiera acoger esto en forma preferente y eso se ha ido haciendo”.
Montaje de la 10 Bienal de Video y Artes Mediales (BVAM). Foto: Florencia Deisen. Cortesía BVAM
¿Con qué reflexiones, por ejemplo?
Los organizadores han privilegiado algunas cosas, como los artefactos con recursos tecnológicos construidos de manera precaria. O también las mismas obras interactivas, donde es necesaria la acción del espectador para la constitución de la obra. Desde mi punto de vista, es una provocación a mirar de otra manera los aparatos del hogar. Hay fenómenos en este sentido que son claves y que tenemos que comprender, como el mismo ejercicio del chateo que, más allá del placer de conversar con una persona, de inventar palabras e híbridos, crea primeramente una experiencia de cuerpo, donde cada uno no sabe dónde está el otro y se ingresa a un espacio incierto, virtual. El cuerpo pierde gravedad y es un concepto espacial nuevo, que afecta todo, las relaciones en la ciudad, las relaciones interpersonales… No sabes con quién hablas e incluso puedes ficcionar tu identidad. Lo mismo en Facebook. El concepto de realidad queda un poco en suspenso. Por otra parte, los medios de intervención de imágenes, como Photoshop, permiten fabricar nuevos mundos y conceptos de realidad en suspenso. Son preguntas culturales muy grandes que hay que internalizar en el usuario del equipo. Ese fue mi planteamiernto y eso fue acogido.
En las últimas bienales, estas reflexiones están presentes fuertemente. Me llama la atención que usted haya influido cuando siempre sentí que eran reflexiones nacidas en el encuentro del grupo organizador, Plataforma Cultura Digital, con Néstor Olhagaray.
Hay encuentros de arte y cultura en que se dan estos temas y donde he participado. Hay confluencia, pero la propuesta se las planteé directamente y Plataforma me ha escuchado mucho.
¿En conceptos claves su intervención ha sido crucial?
No sé. Habría que confirmarlo con ellos.
Pero se le consulta sobre los temas de la Bienal…
En los momentos iniciales opino. En la 8ª Bienal, además, hice valer algunas obras, como el trabajo de dos grupos de artistas experimentales digitales en una misma sala: con Rodrigo Vega a la cabeza, los Troyanos, y el set del canal de TV de La Victoria. Fue un encuentro lleno de implicancias: tomar nombre de ‘troyanos’, infectar al otro, meterse en la vida del otro y todo el aparataje de computadores al lado del set de La Victoria que era simplemente un micrófono y una cámara de TV, creaba una interrogante. Surgen dos operaciones que implican la participación en el mundo de un otro que es totalmente distinto; es un sistema compartido de campo muy amplio, de una operación de súper experto, de estos computines que manejan herramientas sofisticadas, y por otro lado hablar también de la importancia de la precariedad, tema que fue puesto en evidencia luego por algunos envíos. Esto determinó de alguna manera los talleres de hardware precario que se hicieron en la última versión (2009). Puede haber influido. Manejar la precariedad, reciclar, permite desentrañar el juego del niño que rompe las cosas para saber cómo son. Uno no entiende cómo son los funcionamientos internos pero entiende que eso es frágil. Son conceptos que, al operarse, se internalizan de alguna manera.
Montaje de la 10 Bienal de Video y Artes Mediales (BVAM). Foto: Chi-Hua Salinas. Cortesía BVAM
¿Cuál es su apreciación sobre el desarrollo de la Bienal?
Creo que ha ido ganando en depuración. Hasta la versión anterior (2009), hay momentos en que ha sido muy heterogénea. Me gusta, pero no es bueno cuando afecta la calidad. Creo que en algunas de sus versiones eso se ha gestado. Espero con sorpresa lo que viene… (10ª versión). Entiendo que es muy restrictiva: ocupará la mitad del espacio que ocupa tradicionalmente. Se va a hacer por invitaciones, con curadora brasileña (Paula Perissinotto). Sólo me preocupa la pérdida de algo que tenía, el atractivo de una participación popular, si pudiéramos decirlo así, algo que mucha gente que trabaja en esto quiere hacer: mostrar lo que hace. Una curatoría implica selección y toda selección es excluyente y se pierden a veces elementos valiosos. Pero por otra parte esta versión puede cumplir un paradigma de alto nivel. Tal vez lo restrictivo sea muy bueno, poniendo en escena lo mejor, la heterogeneidad por calidad.
Dentro de esa heterogeneidad general, ¿qué otros cambios o tendencias ha podido apreciar?
La Bienal ha sido muy abierta. No puedo decir que haya tendencias, aunque sí cambios notables. En la primera todavía estaba el mundo de la TV, de la publicidad. El mismo trabajo con video ha ido cambiando. Primero hubo un encantamiento con el soporte, un afán de explorarlo, el uso de colores electrónicos, mucho feedback, el sonido propio del aparato, mucho zoom, cómo el soporte empieza a exhibirse, lo deconstructivo en operaciones bastante sencillas… Después empieza a haber predominancia del relato. Se cuenta una historia en buenas cuentas. Hay interacción entre video y cine narrativo, y textualmente vienen de nuevo exploraciones interesantes donde aparecen preguntas sobre el soporte y también sobre el relato, interrupciones, alteraciones de intervalos, límites de posibilidades del no relato… cosas que son muy interesantes. Ha habido cambios, una provocación al espectador en distintos sentidos. En el caso de la interactividad, es de otra naturaleza: abrir dialogo con el otro que ha estado frustrado por años.
Montaje de la 10 Bienal de Video y Artes Mediales (BVAM). Foto: Florencia Deisen. Cortesía BVAM
¿Cree que represente tendencias internacionales el que en un comienzo la Bienal exhibiera la preponderancia del video y luego la de herramientas digitales? De hecho, su nombre va mutando en función de eso…
De hecho, cada vez son más preponderantes las herramientas digitales y, en video, el formato documental. Eso es cierto. Aunque también han aparecido cosas de video notables, ciertas paradojas… eso podría decir. Es que esto es un mundo de Néstor, al que conozco hace muchos años. Compartimos como estudiantes en la Escuela de Bellas Artes (de la Universidad de Chile). Néstor se fue a Francia, estudió cine y esto lo hace llegar al Instituto de Comunicaciones del Arcis, de donde nació Arcos.
¿Cree que, gracias a la Bienal, de algún modo el video y el arte relacionado a la tecnología han entrado en escena o se han dado a conocer?
No es gracias a la Bienal. La Bienal está señalando rutas, mostrando de alguna manera lo que sobrepasa al usuario placentero. Siempre muestra algo que marca esa diferencia, ese espacio de una cosa a otra. El video en Chile está tan masificado como la máquina fotográfica o los celulares; se hace video con el teléfono también. Son cuestiones ya presentes en la cultura popular. El problema es cómo doy paso a la cultura de élite. Tal como la misma sociedad chilena está fragmentada, se establece un gran refinamiento en la producción de artes digitales, video y artes mediales, frente a lo que es el uso popular masivo. Presentar en la Bienal a artistas que se hacen la pregunta al público que masivamente entiende este problema nos introduce por lo menos al campo de la pregunta.
Pero la Bienal no es un evento masivo…
Justamente, las bienales han adolecido de falta de público. Es algo que nos ha llamado mucho la atención como museo. A las conferencias y talleres va mucha gente, pero los visitantes son muy escasos. En general, en Chile, de las exposiciones de video el público desaparece. En este sentido, la obra interactiva genera otra posibilidad. Por eso me he convertido en partidario de esa manera de motivar al público chileno. Pasar de la pantalla doméstica del televisor al espacio exhibitivo es algo que no se ha logrado; no se ha logrado sacar al publico de la pantalla de su casa.
Montaje de la 10 Bienal de Video y Artes Mediales (BVAM). Foto: Chi-Hua Salinas. Cortesía BVAM
Resistencia del público pese a que siempre es uno de los encuentros de arte más importantes de la temporada, y con expositores muy relevantes.
Sí, hay gente importantísima en discusiones y en obras de primera calidad. No se ha quedado atrás con artistas de nivel mundial que marcan la pauta.
En este sentido, los vínculos de Néstor han sido cruciales…
Hay que destacar además el compromiso permanente de la Embajada de Francia y de países como Alemania y Bélgica. Los nexos con el resto de Latinoamérica también.
Hay además un movimiento de artistas jóvenes muy importante que es atraído por la Bienal…
Porque es un lugar de encuentro y comparación de ideas. Pero el dialogo principal de los artistas se produce a través de las obras. Interesa cómo se ve lo mío al lado de los otros. Es la gran instancia para eso. El valor de todo. Más que lugar de reflexión yo diría que la importancia está en la comparecencia de obra con obra, lo que genera preguntas profundas como artistas. Es una única instancia de encuentro, y esperemos que esta vez la inauguración no sea la única vez que haya tanto público, que sea más permanente. Como toda curatoría implica una selección, probablemente eso genere discusión, debate, controversia. Puede ser muy productivo. En la Bienal no ha habido eso, debate como el que debiera producirse hoy día. Para mí, como observador critico, ésa es una posibilidad importante, me permite pensar qué artistas están tensionando la escena y cuáles no; cuáles son las personas que se están dejando llevar, cuáles más academicistas que otras…
¿Qué podría destacar de la gestión de Néstor Olhagaray, del hecho de estar trabajando y manteniendo la Bienal tantos años y con tan bajo presupuesto?
La pasión. Una persona que ha estado en esto tantos años, lo que implica un sacrificio enorme, y que además en forma paralela logra desarrollar un Magister en Artes Mediales, creo que es de mérito muy grande.
Montaje de la 10 Bienal de Video y Artes Mediales (BVAM). Foto: Chi-Hua Salinas. Cortesía BVAM